martes, 22 de febrero de 2011

... muellemente...

En mitad del cristal una rama es zarandeada por el enojo. El viento, portador de este enfado, es de un azul intenso, frío, duro y pesado. Su mensaje de ira está silenciado por el hermetismo de la habitación. Oigo el sonido minúsculo que produce esta rama cuyo movimiento la lleva al vidrio gélido, es como una queja muelle… suave a este lado del conocimiento, de mi forma de pensar las cosas, a este lado de la habitación. Como un rasguño en mitad de la pizarra antes de que la tiza se quiebre es este lamento vegetal. Leve, suave, muelle, casi imperceptible si prestara atención a la vida, a mi propia respiración; presente sin embargo en este estado de inacción en que me hallo.

Desconozco la cantidad de tiempo que va desde la sucesión lógica anterior hasta el momento en que he dejado en suspenso eso a lo que llamé vida. El instante en que cancelé toda actividad vital se confunde con el color negro y con el olvido. Lo realmente trascendente es ese sonido estridente y callado. Todo está dispuesto para el abandono; sólo debo confundir la idea que tengo de mí, de mi pensamiento, el conocimiento que me ata a mi percepción de mi mismo, con el movimiento de una rama de un verde callado, apocado, sin lustre. La trivial actividad de ésta me deberá liberar de mi mismo, de saberme, de la dolorosa reencarnación diaria. Sigo mirando a través del cristal.



8 comentarios:

MucipA dijo...

A veces es bueno pararse a mirar a través del cristal y ser un mero observador de los pequeños detalles de la naturaleza que guardan tantos símiles con nuestra propia vida.
Te deseo un feliz estatismo lleno de descubrimientos visuales.

Un abrazo inmenso.

Unknown dijo...

Mucipa ... si fuera un ordenador me formatearía, borraría el disco duro, saldría de mis elucubraciones, quiero limpiar la idea que tengo de mi mismo, por ello me fijo en lo más nímio que está fuera... un abrazo

venus* dijo...

olvidado

carta de ajuste dijo...
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carta de ajuste dijo...

Es cierto que ocurre a veces que la mente es como un muelle, muellemente, sube y baja, nos eleva hasta rozar las nubes y acto seguido perfora la tierra hasta encontrar el magma. No es más que la meditación, y eso, precisamente eso, nos ayuda a crecer. Entiendo perfectamente tus momentos, porque han sido, son y serán los míos, y los de todo aquel que encierre la más mínima sensibilidad, los de todos aquellos que se sienten vivos.

Un abrazo, y no te preocupes en exceso, porque eres de la gente linda que anda por Valverde. De la que merece la pena.

carta de ajuste dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

carta de ajuste... ¡qué malas pasadas nos juega el teclado!

Anónimo dijo...

Ahora que mi laborar diario casi me permite fundirme con la naturaleza, oteo el prado de margaritas contraídas en la mañana. Esperando al sol templador que les active el muelle, su muelle, para elevar al horizonte desde su centro amarillo precioso sus pétalos blancos. Ocurre y lo hace a diario.
Y voy fundido con ellas mientras al lado un meandro leve y fresco de un regajo cercano me saluda con su ruido fresco y límpido...
Un abrazo fundido amigo del alma.

Semariló.