miércoles, 24 de febrero de 2016

V CERTAMEN VALVERDEÑO DE CARTAS DE AMOR

AYER

Querido mío. Solía llamarte así. La luz adora tu cuerpo, no dudo de ello, por eso sé que, aun hoy, puedo llamarte querido; y si eres mío no es porque yo sea posesiva, es porque me lo ha susurrado el tiempo con su voz adulta. Allí donde te encuentres la luz coqueteará con las sombras y se ocupará de hacer visibles tus manos. Y en ellas, en tus manos, descansa la dulce idea del tacto. Y en el tacto, querido mío, está el amor, mi amor, que es una palabra abierta, que no es ninguna frontera. La letra braille con que escribiste antaño en mí es ávida por desvelar su significado. Así que veo mis manos rosadas bañadas por el fulgor que habita en la Plaza, veo las líneas azules que riegan su quietud y su movimiento bajo mi piel madura, la dermis que se renueva a cada instante. Detrás de cada suspiro mil células son nuevas. Y veo tus manos. Veo el regalo amable del maíz, la caricia vegetal de un azote apacible, y nuestras juventudes asidas de la mano. ¿Recuerdas?

17:21

Querida mía. Aquello último que llamo desnudez. Pene. El bello de mis glúteos en el desamparo de un mar vegetal. El viento, que mece cada espiga, las empuja contra la más blanca piel, esa puerta de la calle de mi cuerpo. Este campo es echarse a la calle, se muestra tras los portales. La calle se extiende hasta todo aquello que no soy yo. Primeros atisbos del fresco invierno. Invierno de sol apagado, luz uniforme. Desnudo en mitad de un campo arrasado por la furia infantil del viento, por la luz gris de una tarde sencilla. El resultado de ser provinciano y rozar la otra piel, la que dibuja el anhelo en el cuerpo próximo, es un alarido callado que reposará junto a un árbol milenario, junto a unos aperos, sepultado para siempre en la humedad. El viento silba entre las piernas del deseo, mientras el tacto arranca la electricidad de una nube cercana. Sólo en mi encontrará ese cuerpo el calor suficiente. Recuerdo amor. Voy. 

18:17

El tiempo habrá dulcificado las aristas de tu rostro, y habrá dejado las erosiones que trae la calma, la experiencia de vida que sucede a las tempestades, sin brillo ni oropel. El gigante que fuiste habrá devenido hoy hombre, sin más, en cuyas manos limpias descanse el roce de un ser querido. Me digo todo esto convencida de ello, o porque necesito llevar a mi puerto el deseo de que así sea. Ansío que las aguas de tu marea tranquila arriben a mí y descubrir en ellas a un nuevo tú, un hombre adulto vencido por el tiempo, y por ello magnifico. Deseo para mis ojos esa constatación, ningún sobresalto, acaso una lágrima suave perdida tras las lentes de mis gafas. Sin duda albergo la esperanza de que tus ojos se apiaden de mis formas y lleven a ti una imagen aceptable de la mujer que soy. 

18:56

Corazón. Voy… Dame un instante… 

18:58

Espero. Es un día agradable. Esta plaza de Ramón y Cajal, la Plaza, resulta acogedora y bulliciosa, en ella confluyen los avatares de los habitantes, nuestros conciudadanos de entonces, sus descendientes de hoy. Observo esta actividad deleitada en nimiedades. Sus palmeras prestan cobijo limpio a la conversación de aquellos muchachos. Por entre sus ramas se cuelan los hábiles rayos de un sol benigno, dejando pinceladas de luz en los pantalones caídos de uno de los chicos. Bajo el banco contiguo a este animado grupo una pareja de gorriones deambula sin rumbo. Su picoteo parece
arbitrario. 

19:16

Estos tacones me están matando, y a pesar de ello sigo aquí, en la puerta, junto a esta mesita alta, sin silla. Me habías dicho en la Casita de Papel. Y aquí estoy. Padezco una mezcolanza de miedo tibio y anhelo que viene a ser un objeto pesado y voluminoso cimentado en mi estómago. A través del teléfono tu voz transmitía reposo, así fue inspirada esta imagen nueva que me había forjado de ti. Esta misma soltura, madurez y reposo de tu conversación me ha tenido instalada en la ansiedad. 

21:43

HOY

Querida mía. Ella… Perdona. 

07:53