martes, 27 de marzo de 2012

... rojo, más rojo...


            ¿Qué quieres que te diga? Ni siquiera sé si podía sentir frío. Me refiero a antes del cataclismo. Todo era cálido. Incluso ahora todas las imágenes evocadas por mi memoria son de color ocre, amarillo, naranja. Matices algo desvaídos, eso sí, porque el recuerdo hace con las imágenes lo mismo que las antiguas lavadoras hacían con la ropa, deslucir la intensidad de sus colores. Temo que el tiempo acabe con mis reminiscencias cromáticas. No digo ni dudo que existieran entonces estos colores que nos rodean hoy y que tanto nos empujan a la melancolía. De hecho recuerdo disponer de bastante ropa azul y negra, pero cuando pienso ahora en esas prendas las siento confortables, de tacto agradable y esto las viste de colores cálidos en mi apreciación. Supongo que resta algo de bien en mí y ello me empuja a la osadía de compartir. Aunque no sé si hago bien al confesarte que conservo el usufructo de una bufanda de color rojo de la que no fui nunca propietario. Rojo del carmín de los labios de mujeres de aquella época. Con toda probabilidad sea el único vestigio de color vivo que quede en este nuevo mundo. Al menos a este lado de las placas de hielo. La oculto por miedo a que las autoridades, de un modo u otro, ya que no conozco con profundidad la nueva normativa, pudieran requerirme para que la entregara en favor de la incipiente comunidad. Confieso también que cuando no estoy depredando, y dispongo de un instante, y nadie me mira, y mis dedos conservan algo de movilidad, saco de mi atillo la bufanda. Me encuentro, como sabes, en mitad de este caos gris, oscuro y frío. Te van a sorprender sus propiedades. Pues cuando estoy solo y ato la bufanda roja a mi cuello sonrío.

No hay comentarios: