lunes, 25 de agosto de 2014

... la dulce Clito... Segunda Jornada...

… segunda jornada. Todo es agua, todo es azul, el cielo se confunde con la inmensidad que me rodea en un todo anodino en el que el horizonte se ha diluido. Necesitaría rodearme de vida, de seres humanos, añoro sus palabras y movimientos. Las aves quedaron en la proximidad de las costas. Estamos yo y mi mente.
                He salido de una playa próxima al puerto de Palos, dejando a mi espalda las columnas de Heracles, que señalan el final del conocimiento y el punto de partida de mi nueva génesis. El mundo tal cual lo conozco quedó tras de mí hace horas. Así que he permanecido ojo avizor agotando la mirada con tanto escrutinio y albergando el delirio de toparme con la ignota Atlántida. Este deseo caprichoso es por poner en firme, ante la propia mirada, la que dicen sublime hermosura de la hija de Evenor.
                Tengo por cierto  que la contemplación de la belleza me predispondría a la fuerza, el ímpetu y las aventuras que preciso.
                Busqué la Nao durante días en los que tuve acceso a voces, fanfarronadas y chanzas marineras derramadas por roncas gargantas en las cantinas portuarias. Entre tragos de vino y envites de naipes, contaban que las formas de la huérfana muchacha, esposa del agitador de la Tierra, ensombrecen con su esplendor incluso a la dulce Helena, aquella que fue robada por Paris para enojo de toda la Hélade.
                En la soledad de esta nave y este mar tranquilo estamos yo y mi excitación, y me pregunto por el sabor salado del clítoris de Clito, y por la divina lengua del dios de los mares el día que se engendró al primer atlante. Y lo hago en silencio con la esperanza de no ofender al dios y no desatar con ello su ira, pues no deseo ser un nuevo Odiseo, sólo deseo ser un nuevo hombre. Pero no me deshago de mis impulsos primeros y me pregunto si serán compensados los coitos entre dioses y humanos.
                Y en estas erectas reflexiones estoy cuando diviso ante mí, acercándose a mi proa, una concentración nebulosa que parece estar dotada de vida propia. Se dirige hacia mi embarcación con premura al tiempo que se expande en otras direcciones. Pudiera ser un humo blanco, o bien una nube caprichosa.

                Es ya inevitable ser engullido por este descomunal vaho de densa blancura, y emplazo mi narración a un futurible momento en el que pudiera recobrar la visión…          

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