Las palabras del niño Naim me conducen hasta el verbo del nuevo Naim. Quizás porque mis talones dolidos ansían su llegada. Pero no hago otra cosa sino evocarlo a través del teléfono; el timbre de su voz, ajeno y sosegado, impropio de la imagen infantil que conservo, reclama mi atención, me invita a descubrirlo como nuevo, despegado e independiente de aquel niño hábil y admirado. La cadencia de sus palabras me llegan al oído con la dicción de un adulto, no hay nada en la música de su voz que me recuerde al niño. Es la voz de un extraño.
Me subo a un taburete alto y me tomo la libertad de desnudar mis pies. Imagino a las palomas flirteando con mis zapatos abandonados como dos exóticos extranjeros y esto me provoca una sonrisa cuya forma no puedo sino imaginar también. Los benignos rayos de sol hacen sonreír, a su vez, a mis pies.
A la puerta del establecimiento ha salido ese camarero tan atractivo de antes. Mira concentradamente a los clientes que estamos en el exterior. Cuando sus ojos se detienen en mí, sin razón alguna, aflora a mi rostro un leve rubor. Sorprendentemente se dirige hasta aquí.
— Disculpe señora —me dice— ¿su nombre es Fatma?
— ¿Cómo? Sí, ese es mi nombre — le respondo pero me suenan altivas mis palabras y cambio la entonación confiando en la mejor de mis sonrisas y mi blanca dentadura— Supongo que no tiene usted dotes para la adivinación y que ahora me dará una explicación.
— Claro, disculpe. Un mensajero ha enviado un sobre dirigido a: Fatma. Supuse que usted podía llamarse así.
— Claro ¡qué tonta! Gracias.
El hombre dejó el sobre en la mesa. Al poco el empleado de la agencia de mensajería, que aguardaba en la distancia, me invita a firmar la recepción. No me he interesado por adivinar el remitente, ya intuyo el fracaso de mis espera, lo estéril de mi viaje.
:¿esBULLA paraL@s NOcl@ros?: #dudos@sS$Territorio!?
Hace 2 meses