Aún el azahar floraba las ramas de los naranjos a lo largo
de la avenida. Aunque a esta altura de la estación eran ya escasas las lluvias
algunos charcos se habían formado en las ondulaciones de la calzada fruto de un
chaparrón extraviado. El aroma de la blanca flor inundaba el recorrido limpio y
franco y Nazaret andaba con paso firme bajo el chubasquero translucido que le
daba un porte cosmopolita. Estaba resuelta a representar el teatrillo de ser
una chica feliz y moderna. A base de repetirse que lo era acabaría por serlo. Aunque
reconocía esa canción no entendía el texto que escuchaba. El azar había querido
que desde una radio en el interior sonara Nothing'sgonna stop me now de Samantha Fox. Al pasar por delante de aquel café, que
parecía despertar en mitad de la tarde sevillana con todos sus veladores ociosos
en la puerta, esa música llegó a sus oídos, era la constatación visionaria pero
ignota de su resolución, para ella eran sólo simples sonidos
armoniosos. En la puerta el hombre que regentaba el local vacío improvisó un silbido apagado. Sus labios
dispuestos en círculo manifestaron en silencio la belleza de la muchacha.
Nazaret
sí reconocería en un instante el tema y el significado de I need a man to love de su admirada Janis Joplin. La había oído quizá
mil veces. Precisaría tan sólo de un acorde para intuirla, para llevarla de la
mano por su mente. En ese caso sus reflexiones serían injustamente amenizadas
por ese tema. Aquella canción le encantaba, sí, pero su significado sin embargo
se tambaleaba hoy. Estaba en cuestión esa verdad hasta ayer inmutable que gritara
su ídolo en el Hollywood Palace allá por
febrero del 68 de la mano de Big Brother and the Holding Company. ¿Necesitaba Nazaret
un hombre para amar? ¿Qué había ocurrido para que las certezas fueran
penumbras? Sólo hacían unas pocas horas que sus labios habían estado enredados
entre los labios y las piernas de una persona maravillosa. Y esa persona era cualquier
cosa excepto un hombre.
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