miércoles, 17 de diciembre de 2014

Notas Nazaret (4)

                ... hace frío. Cada vivienda dispone de un recoleto jardín en la parte posterior del edificio. Allí cae el sol cuando el sol cae. Nadie, si acaso remotamente, visita el lugar. Sí lo hace la mala hierba y los arbustos que la humedad y el paso del tiempo alimentan. Allí permanecen vivas las plantas que la mamá de Nazaret cultivó con esmero. Se trata de un minúsculo rectángulo de vivos colores, de colores vivos, recortado en mitad de la desidia. Una verja de rombos metálicos separa este diminuto paraíso de la inacción. Surge altivo, en su pequeñez, ante la frondosidad natural que devora la presencia humana indolente o su simple ausencia,  acotado por el asfalto limpio que lo antecede y las parcelas abandonadas por los vecinos. Resulta evidente que estos jamás miran hacia allí desde sus casas confortables. A la entrada, asido a la verja, un escueto cartel anuncia, en español: Ático B. Una bicicleta se apoya en la malla metálica y la esquivo para tomar la entrada que se ofrece franca. Adivino, en cada planta, la mano de un esmerado jardinero. Habré de asumir este coste como exige la nota de Nazaret que encontré en el apartamento. Nada sé de cultivar y cuidar plantas, toda mi pericia con ellas descansa en mi deleite, en su observación… ellas me dicen cosas y el azufre que recorre mis venas se disipa. Sé que pasaré horas contemplando estos escuetos parterres. Esta flora constreñida en el breve espacio de mi jardín será mi compañera todo este tiempo. Cuando mi obra haya tomado cuerpo independiente por sí, se separe de mí, y vea la luz, las ramas, pétalos y luces de este carmen se habrán mezclado con las páginas escritas. En cada línea, en cada palabra, habrán echado sus raíces. Así nos mezclaremos indisolubles este rincón de frondosidad extraordinaria, el tiempo y yo. Serán sólo unas cuartillas que surgirán de este destierro al que sonrío. Entre tanto las estaciones se habrán sucedido en Ochtrup…  

No hay comentarios: