Como brochazos sueltos de un untuoso
blanco roto las nubes dibujan sobre el tapiz azulado del cielo un caos de
lluvias cohibidas, escasamente intrépidas, aguas tan poco resueltas y ocultas que
resultará improbable que la tierra acabe por exhalar ese olor a tierra mojada
tan mencionado en los tratados sobre románticos flash back. Parece difícil que
finalmente junten sus húmedas fuerzas para descargar un chubasco que llevarse
al olfato, un torrente que sepa golpear el cristal, o golpear a alguien,
molestarlo al menos. Así, la tarde y su luz cenital son tan anodinas y lasas
como ayer. Como siempre que se tiene el día tonto, tan frecuente en mi. El año
tonto quizás. La vida tonta y estúpida me digo y este calor bochornoso e
irrespirable. Ni furia ni violencia tras la ventana, desesperantes nubes
tranquilas y el programa de la radio y su despreciable bla bla infestan mi
ánimo de oscuridad y demonios encerrados. El calor nace en mí. Seguro que esa
ave que diviso no es ni siguiera un albatros, que suena a postín alado, más
bien un despreciable pajarillo sin pedigrí, como yo. Nada en la tarde que me rescate del deseo de
automutilación o crimen. Mi furia y la tarde.
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1 comentario:
Las tormentas se provocan aumentando la temperatura en las nubes...
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