… con dientes blancos, limpios, con
la fuerza de fauces rabiosas, con el poder de la sinrazón y el odio calculado,
con cada una de esas piezas revisadas por un inocente odontólogo en la aséptica
habitación de una aséptica clínica de Damasco, se desgarra un corazón de un
peón caído, jugando a la idiotez de la raza humana, al capricho de los dioses
más iracundos, absurdos, inventados, deidades de cartón piedra que miradas en
la distancia resultan imponentes, así he mordido e ingerido, ciego por mi exigua
victoria de la jornada hoy, por el poder de la oportunidad, el corazón de mi
rival inerme en el suelo, alcanzado por la metralla que ama la carne y que yo
lancé al viento del capricho y de la ira, dejando ver cómo su sangre se desliza
por la comisura de mis labios, emulando a Idi Amin o al pérfido y sabio doctor Hannibal Lecter, manchando mi camisa sudada y
maloliente de su sangre muerta, tan lejos de mí, tan cerca de la gloria de
youtube…
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